Durante años, en la sociedad occidental existió la creencia de que el ser humano poseía una inteligencia única y no modificable; y solo consideraba como inteligentes a aquellas personas con una buena trayectoria académica, sobre todo si sobresalían en materias como matemáticas o ciencias. Para medir la capacidad cognitiva de una persona se empleaban test que, a menudo, evaluaban solo algunos aspectos mentales y obviaban otros no menos importantes, etiquetando de por vida a aquellos que obtenían bajas puntuaciones. En la década de los ochenta, Howard Gardner propuso su Teoría de las Inteligencias Múltiples, con la que defendió que la inteligencia humana no era un compartimento unitario, sino que se dividía en distintas inteligencias múltiples. Gardner afirmó que el éxito académico no era sinónimo de alta capacidad mental y planteó la idea de que esta no permanecía de manera estática sin poder modificarse, sino todo lo contrario; afirmó que, gracias a la plasticidad neuronal, la inteligencia podía aumentar siempre y cuando estimulación y mediación fueran las apropiadas.

 

Esta nueva forma de concebir el cerebro humano trajo consigo un cambio a la hora de entender los procesos instruccionales, ya que el método único que atiende a todos los alumnos por igual no sería suficiente según las teorías de Gardner; dando lugar a una formación personalizada, adaptada a las distintas capacidades del alumnado, donde el maestro cambia su rol de único transmisor del conocimiento para convertirse en guía y facilitador del saber. Este cambio de paradigma guarda estrecha relación con la Teoría de la Modificabilidad Cognitiva de Feuerstein o con el concepto de Zona de Desarrollo Próximo propuesto por Vygotski, donde se parte de la premisa de que la inteligencia puede mejorarse gracias al entrenamiento cognitivo guiado por un mediador, el cual formará al alumno según las capacidades que posea.

 

 

 

 

 

Además, esta nueva forma de entender la mente humana empezó a dar importancia a otro tipo de competencias en el alumno como el control y gestión de las emociones, la motivación, el razonamiento, las habilidades sociales o el trabajo cooperativo; todo para hacer frente a las nuevas necesidades que la sociedad demanda, pues el sistema educativo siempre ha dado prioridad a materias instrumentales más propias de las sociedades industriales del siglo XIX que de la actual. Esta idea es puesta en práctica por diversos Programas de Entrenamiento Cognitivo dirigidos a niños con dificultades de aprendizaje, como es el caso del Progresint de Carlos Yuste, Filosofía para niños de Lipman o el Programa de Enriquecimiento Instrumental de Feuerstein, que tratan de adaptar el proceso instruccional a las capacidades del discente, al compartir con Gardner la idea de que no todos somos iguales.

 

 

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